La Jornada Semanal, 27 de febrero del 2000



(h)ojeadas

De polémico humor negro

Marco Antonio Cuevas Campuzano

Jorge Ibarguengoitia,
El libro de oro del teatro mexicano,
Ediciones El Milagro/IMSS,
México, 1999.

En julio de 1964 apareció publicada en la Revista de la Universidad la última colaboración escrita que, como crítico de teatro, publicó Jorge Ibarguengoitia (Guanajuato, 1928). El artículo de tono crispado, definitivo y, sobre todo, polémico, que transitaba sin ninguna apuro de la defensa de una posición asumida frente al teatro mexicano a la retórica exaltada, trascendería tiempo después en el ámbito cultural, nacional e internacional, como el instante preciso en que el autor de La Ley de Herodes rompió con la actividad (sea cual fuere) teatral del momento.

De título lo mismo lapidario que intrigante -``Oración fúnebre en honor a Jorge Ibarguengoitia''-, la esquela que escribió para sí mismo el dramaturgo que accedió a sucumbir a la víbora de verano del mundillo dramático tenía, sin embargo, y para variar, una intención ambivalente que deseaba llevar hasta sus últimas consecuencias: justificar de alguna manera una renuncia y propinar una última lección. De entrada, la polémica que precedía al escrito había sido desatada en un principio por Carlos Monsiváis; éste le recriminaba a aquél la manera tan arbitraria de emitir juicios, que se pretendían inobjetables, sobre las obras artísticas que constituían su objeto de estudio. En su muy particular modo de ver las cosas, Monsiváis afirmaba lo peligroso que es cuando ``lo pintoresco [ hace] las veces de razonamiento'' y cuando, ``en nombre del sentido del humor'', se legaliza la arbitrariedad; ``se parte de un chantaje cultural: `el ingenio es elogiable', y se concluye: `luego, el ingenio es verdadero'''. (Sin la intención del reproche, desde luego, porque a principios de los años sesenta casi en términos generales se desconocía la irreverencia nata en el estilo del guanajuatense, y Carlos Monsiváis desdeñó de entrada la ironía, el sarcasmo -que no cinismo- y los alcances subversivos del humor negro que a la postre otorgarían a la obra de Jorge Ibarguengoitia su merecido reconocimiento.) Entonces, mientras Ibarguengoitia se desembarazaba alegremente de la hostilidad de un medio en donde se sentía a disgusto, aceptó el reto planteado por el ataque de Monsiváis (que por cierto era el primero que recibía, al menos directamente, después de tres años de servicio en la Revista de la Universidad) y preparó su contraofensiva: ``Los artículos que escribí, buenos o malos, son los únicos que puedo escribir, si son ingeniosos [véase Monsiváis, loc. cit. ] es porque tengo ingenio, si son arbitrarios es porque soy arbitrario, y si son humorísticos es porque así veo las cosas, que esto no es virtud ni defecto, sino peculiaridadÉ Quien creyó que todo lo que dije fue en serio, es un cándido y quien creyó que todo fue broma, es un imbécil.'' De esta forma Ibarguengoitia finiquitó la fugaz disputa con Monsiváis y también, al parecer, un asunto en el que este último simbolizó, con sus palabras, los motivos -hartazgo y aversión, principalmente- de la marcha del primero.

Pretexto o no (ya muchos biófagos y algunos biógrafos se ha encargado de desenmarañar el nudo), lo cierto es que todas las discrepancias, impresas, entre los dos escritores, ayudaron para que se tomara como decisión irrevocable lo que, posiblemente hasta antes de ese momento, era tan sólo una idea que seducía al Ibarguengoitia de treinta y seis años.

Pero también en ese mismo mes de julio de 1964 sucedió que el Premio Casa de las Américas fue otorgado, en el rubro de primera novela, a la obra Los relámpagos de agosto, es decir la opera prima con la que el hasta entonces dramaturgo debutaba como prosista. A partir de ahí, por supuesto, la indiferencia hacia el teatro fue total y descaradaÉ y el resto de la historia, misma que tuvo su inesperado desenlace en Madrid en 1983, es bien conocida.

Ahora bien, ¿por qué medios Jorge Ibarguengoitia llegó a constituirse como una de las personas más vilipendiadas, aunque no por ello menos respetadas y temidas, de la comunidad teatral mexicana de aquella época? Es cierto que fue debido en buena parte a los escritos que publicó a lo largo de tres años (de 1961 a 1964) en la ya mencionada Revista de la Universidad. Sin embargo, el romance que pretendió consolidar con el teatro, pero que terminó en tragedia, no lo inició haciendo las veces de crítico, sino como autor de obras teatrales.

Se tienen registros de que durante el lapso de una década -de 1953 a 1963-, Jorge Ibarguengoitia escribió alrededor de diecisiete piezas, cuatro de ellas dedicadas a un público infantil. Pero a pesar de la condición de escritor prolífico, que incluía los buenos deseos y augurios de varios ``expertos'', el autor de Dos crímenes sólo pudo montar un par de comedias en escenarios profesionales (en los años 1954 y 1955) y una pieza para niños (en 1958), ya por la manera burocratizada y amañada como se conducía al todo cultural en México, ya debido simplemente al ninguneo del que fue objeto, en incontables ocasiones, por parte de productores que siempre se rehusaron a cualquier cosa que propusiera. Sin duda fue éste un periodo duro, durante el cual el escritor apenas pudo sobrevivir realizando actividades emergentes. Así lo advierte en una cita rescatada por Guillermo Sheridan para la introducción del libro Instrucciones para vivir en México: ``Al principio parecía que mi carrera literaria iría por el lado del teatro y sería brillanteÉ [Mis primeras dos obras] fueron recogidas en antologías del teatro modernoÉ gané tres becas al hilo -única manera que había entonces de mantenerse en México siendo escritor. Pero llegó el año de 1957 y todo cambió: se acabaron las becasÉ [y entonces] yo escribí dos obras que a ningún productor le gustaronÉ Siguieron años difíciles: hice traducciones, guiones para película, fui relator de congreso, escribí obras de teatro infantil, acumulé deudas, pasé trabajos. Mientras tanto escribí seis obras de teatro que nadie quiso montar.''

Una de las tantas obras -derroche extraordinario de ingenio que parecía infructuoso- a las que alude Ibargüengoitia es Ante varias esfinges, pieza que, según el propio autor, debido a su majestuosidadÊestremecería los cimientos del acorazado teatral . Sin embargo, otra vez sobrevino la decepción cuando el viejo maestro Rodolfo Usigli, que se encontraba fuera de México cuando la leyó la obra, desaprobó categóricamente el nuevo intento del joven.

Finalmente, hacia 1963, es decir dos años después de su debut como crítico teatral, acudió, aludiendo a su desesperación, al anaquel del teatro ``histórico-costumbrista'', lo que dio como resultado El atentado, pieza vetada durante algún tiempo por la Secretaría de Gobernación, y que para su creador ``dejó dos beneficios: [le] cerró las puertas al teatro, y [le] abrió las de la novela''.

Así, pues, al revisar el transcurrir de Jorge Ibarguengoitia por los senderos (para él) adversos del teatro mexicano, no es de extrañar que al momento de estar dispuesto del lado contrario de la trinchera para disparar con su ``cañón'', lo hicieraÊde una forma tan mordaz, aguda, agria, autocomplaciente y, sobre todo, ingeniosa. Lo que se deduce de esta acción es que el método empleado, para muchos denunciable y para todos los demás plausible, aunque en ambos casos subjetivo según los cánones trazados por el periodismo ortodoxo; el método, pues, es a todas luces un instrumento para concretar una venganza genuina; se trata, más que cualquier otra cosa, de la búsqueda ibarguengoitiana de la equidad indiscriminada con la que nunca fue tratado, y de la lucha misma contra la injusticia imperante en un medio que enaltece la mediocridad, subestima al espectador y menosprecia a la juventud.

Es también de suponer que si carecieran de actualidad, las críticas o artículos, que por sí solos adquieren la relevancia que podría tener una genealogía y una radiografía del contexto mismo en que fueron elaborados, no poseerían cualidad o razón alguna para ser compendiados en un libro para una nueva revaloración. Por tanto, El libro de oro del teatro mexicano, que está constituido por veintitrés de los treinta y un artículos que Ibarguengoitia publicó en la multicitada Revista de la Universidad -entre ellos el ya descrito ``Oración fúnebre en honor a Jorge Ibarguengoitia''-, condensa buena parte de la filosofía (conceptos, denuncias, estados de ánimo, elogios, estilos, odios y hasta contradicciones) de un hombre que nunca retrocedió, derrotado, ante los escollos de un universo con el que, incluso aún hoy, muchos niegan que tenga algo que ver -porque, es bueno recordarlo, cuando le dio la espalda fue por cansancio de ``tener que ir al teatro (actividad que llegó a detestar), e igualmente por tener que escribir artículos de seis páginas que debía entregar el día 20 de cada mes''.



n o v e l a


Andanzas de una hija inconforme

Adriana González Mateos

Guadalupe Olalde,
Con un padre me basta,
Editorial Ariadne,
México, 2000.

No es fácil para un personaje literario escapar de los cauces establecidos por los libretos más cotizados. Si este personaje es una mujer, sus probabilidades se hacen aún más escasas: hay poco espacio disponible entre el rendido amor que se siente de una vez para toda la eternidad y la baba derramada frente a los bebés, que les escurre caudalosamente hasta a las heroínas de Almodóvar. Que una muchacha criada católicamente en Chiapas en plenos años treinta empiece por encontrar decepcionante al pretendiente que le escribe cartas de amor; que a continuación se muestre más terca que su padre y se obstine en abandonar a la familia para llevar una vida independiente; que en pleno uso de sus facultades rechace una ventajosa propuesta de matrimonio es ya bastante asombroso, pero la protagonista de Con un padre me basta no se contenta con eso: consigue una sólida carrera profesional como concertista, una vida rica en amores y afectos familiares, una buena posición económica, pero jamás se rebaja a la felicidad empalagosa que ilumina a las heroínas de otras novelas. Algo le falta: algo es vagamente decepcionante. Tiene una hermana monja, pero jamás se une a sus plegarias de acción de gracias. El mundo gobernado por Dios, por su padre y por señores como el director de la orquesta no ha sido hecho a su gusto, y no está dispuesta a fingir.

Tampoco piensa caer en las fórmulas fáciles, de modo que no se convierte en una bruja ni en una encarnación diabólica. Olalde se niega a los esquemas y elabora una constelación de personajes contradictorios y llenos de matices, más preocupados por sus propias vidas que por complacer al lector. Desde el primer capítulo de la novela, el personaje tiene motivos para dudar de los valores que rigen el mundo que la rodea: adivina muy pronto que los destinos anunciados por su nombre -María- no van a satisfacerla, y sabe que su conflicto no se agota en una simpleÊquerella contra las prohibiciones de su padre. Este estrepitoso señor es uno más en la serie de autoridades más o menos despreciables contra quienes no le basta rebelarse, ya que después de derrotarlas aún le queda mucho tiempo. En qué emplearlo, y con qué resultados, son preguntas que el personaje enfrenta con creciente seriedad, a medida que sus ilusiones respecto a los demás y respecto a ella misma se disipan para dejar adivinar un territorio difícil de predecir, pero iluminado por una intensidad emocional que se mantiene constante y atrae al lector al mundo complejo y musical de María Escala.

No es la menor virtud de la novela el hecho de que tal búsqueda sea narrada sin grandilocuencia, con una economía y un rigor que recuerdan la disciplina practicada por el personaje a lo largo de su carrera de concertista. En vez de prodigar escenas coloridas o anécdotas ingeniosas, Olalde selecciona momentos cruciales en la evolución del personaje, incidentes que permiten compararla con quienes siguen rutas más convencionales, o bien que arrojan luz sobre sus carencias o la cuestionan desde ángulos no previstos por ella. La intención de la novelista parece ser prescindir de lo accesorio, para detectar con la mayor lucidez posible qué persona, qué decisiones, qué momentos otorgaron a su personaje un mayor conocimiento de sí misma o una visión más clara de su entorno. Quizá por esta razón, todos los personajes femeninos llevan variaciones del mismo nombre, María, como para modular las posibilidades abiertas a la protagonista y subrayar que todas sus empresas y proyectos se encaminan, a fin de cuentas, a construir una personalidad viable para ella, más allá de las imágenes lesionadas e insatisfactorias que la rodean.

Se trata, en otras palabras, de una novela poco complaciente, destinada a lectores adultos y comprometida con una idea de la literatura que trasciende el mero entretenimiento. El anterior libro de Guadalupe Olalde, Olivos y acebuches (publicado en Chiapas en 1993) ya la había revelado como una narradora original y poderosa. La publicación de Con un padre me basta confirma la seriedad con que ejerce su oficio y la solidez de su talento, así como la amplitud de las ambiciones de esta novelista profunda y singularmente dotada.



p o e s í a


La danza de los labios

Marlene Gómez

Pura López Colomé,
Eter es,
Conaculta,
México, 1999.

Si en términos de física la palabra éter se define como un ``fluido hipotético extendido en todo el universo, dotado de una elasticidad casi perfecta y de una densidad casi nula'', lo mismo podría decirse del poemario Eter es, de Pura López Colomé (Ciudad de México, 1952), en cuyas páginas se suceden poemas tras versos, murmurados con una voz tan sutil e íntima como una pluma azul que cae ligera sobre el ala.

En esta colección de poemas, Pura López Colomé logra un sonido que ya se anunciaba en sus libros anteriores: El sueño del cazador (1985), Un cristal en otro (1989), Aurora (1994) e Intemperie (1997); un sonido que recuerda el de las cítaras del atardecer y que hace posible una lectura equivalente al repaso de viejas fotografías familiares, a través de palabras que caen gota a gota, lágrima tras mínima/ porción líquida, gota/ gota, tea.

Cada poema lleva la frescura de una estampa, de saltos suspendidos en el aire, de recuerdos revividos fuera de la vigilia. A pesar de todo, se siente cierto rigor -quizá proveniente de la reiterada lectura de los poetas ingleses, de los cuales Pura es experta traductora-, que da autoridad a la voz femenina y nos permite conocerla mejor, ya que cada verso, cada metáfora es el alma desnuda, sin ropas que oculten el rostro poético.

Algunos poemas son lacónicos al mirar, al tocar. No interpretan los asombros del mundo ni los misterios de las cosas: simplemente son los asombros y las cosas.

Horror,/ despertar perlado/ de estos mares/ a un espacio/ propio,/ minucia de un tablón/ que salve./ Y, noche a noche,/ la inminencia./ El total./ Su abismo. Otras veces se dejan llevar por el simple y llano juego de palabras, ése que brota en un estado de iluminación ideal: cuando se escriben los versos.

Sin embargo, al avanzar la lectura se nota la fe en el lenguaje y en el poder de creación que éste posee. Como si en verdad el principio fuera el Verbo. Y luego vienen las demás cosas, existentes o inventadas. El verbo mismo es el que da cauce a las inquietudes religiosas como en el poema Cantata: Su escualidez vino a este mundo/ a teclear/ y colgar/ novenarios/ en el manto/ del inmóvil/ Nazareno./ Con alfileres de seguridad./ Seres trasnochados/ desprendían estos mensajes/ y rezaban lo ahí escrito,/ lo de menos era el cómo/ y lo de más eran las faltas. Este tono grave continúa en las estrofas 2, jaculatorias, admoniciones; 3, ataduras de muñecas.; 4, seremos nuestra propia carne conjugada.; y 5, un cabello de Nazareno, uno solo.

Todos los poemas se sujetan a un ritmo muy personal; cada palabra ha sido escrita con manos que interpretan la danza de los labios. La música y sus atributos ocupan un lugar importante: la casa. Una octava agudísima/ abarcó la casa entera/ el día que entraste corriendo,/ descreyendo todo/ rumbo al ropero vacío./ Silencio./ Mordaza en la punta/ de tus dedos./ Calderón de huellas.

Ahora es la hermana quien ocupa un espacio: Jugaba con los ojos:/ a volver minúsculo este mundo/ o llevar sus dimensiones más allá. Jugaba/ hiriéndolos/ a un grado muy lejano. Después vienen los recuerdos de la infancia: Cuándo habré escuchado esa canción./ Sólo Dios./ Pero era chica. Muy./ Hoy, frente a un muro/ de roca, la recuerdo./ Y esta humedad.

Y todo o casi todo lo que es poesía se concentra en este breve poemario. Al repasar cada página con suavidad de vuelapuma, nos sumergimos en este mundo lleno de magia, de íntimos encajes y cortinas cerradas. Pura nos lleva a una habitación apenas iluminada, donde se ha de comulgar con los recuerdos trasmutados en poemas llenos de una, cien, infinitas gotas que a su vez destilan gotas, incansablemente, hasta el infinito, donde nada es más que éter poético .



FICHERO

Caricatura

Diccionario de la estupidez humana, Eduardo del Río (Rius), Editorial Grijalbo, México, 2000, 144 pp.

Ensayo (literario)

A control remoto y otros rollos, Jesús Luis Benítez, Col. Cofradía de lectores, La tinta indeleble, México, 2000, 112 pp.

Ensayo (político)

Entrega inmediata. Cartas póstumas a personalidades políticas clave, Mario Ruiz Massieu, Editorial Grijalbo, México, 2000, 255 pp.

Narrativa

Estar en el mundo, Francesca Gargallo, Ediciones Era, México, 1999, 135 pp.

Galaor, Hugo Hiriart, Col. Andanzas, Tusquets Editores, México, 2000, 156 pp.

La decisión del capitán, Francesca Gargallo, Col. Biblioteca Era, Ediciones Era, México, 1999, 181 pp.

Paralelo 32, Jorge René Cabrera, Col. Biblioteca de las corresponsalías, Seminario de Cultura Mexicana, México, 1999, 158 pp.

Una inmensa legión de fantasmas, Efrén Minero, Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 141 pp.

Poesía

Caracol de río, Carmen Alardín, Verdehalago/Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, México, 2000, 69 pp.

Celebración de la memoria, antología, Jorge Ruiz Dueñas, selección de Naín Nómez, Col. Entre mares, Lom Ediciones, México, 1999, 181 pp.

Des(as)cendancia. Des(as)cendance, edición bilingüe, traducción de Gabriel Martín y Jacky Santos Da Silva,

Ecrits des Forges/Mantis Editores, Quebec, Canadá, 1999, 133 pp.

Elogios de la luz y de la sombra, Jaime Labastida, Col. Los poetas Aldus, Editorial Aldus, México, 1999, 55 pp.

Erótica, Griselda çlvarez, Col. de poesía El caracol, Universidad del Claustro de Sor Juana, México, 1999, 43 pp.

La tristeza es un somnífero interesante, Armando Alanís Pulido, Verdehalago/Consejo para la Cultura de Nuevo León/Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, México, 1999, 67 pp.

Le faltan ruidos a la noche, María Teresa Atrián, Col. Poesía de tinta nueva, Tintanueva Ediciones, México, 2000, 32 pp.

Muerte inverosímil, Eduardo Soto, Col. Quarta de forros, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes/Secretaría de Educación/Gobierno del Estado de Querétaro, México, 1998, 82 pp.

Relámpago a la izquierda, Evodio Escalante, Instituto Municipal del Arte y la Cultura/Fondo Municipal para la Cultura y las Artes de Durango, Durango, México, 1999, 144 pp.

Retrato de familia con algunas hojas (antología mítica), Víctor Toledo, Col. Los cincuenta, Conaculta/Instituto Veracruzano de Cultura, México, 1999, 108 pp.

Rimas rumias, Víctor Hugo Piña Williams, Col. Los poetas Aldus, Editorial Aldus, México, 1999, 64 pp.

Psicología

El mito de la educación. Por qué los padres pueden influir muy poco en sus hijos, Judith Rich Harris, traducción de Mercedes Cernicharo y Dimas Mas, Col. Grijalbo Mondadori, Editorial Grijalbo, Barcelona, España, 1999, 532 pp.

Revista

Alforja, núm. XI, Invierno 1999-2000, poemas de Margarito Ledesma, Eduardo Casar, Pedro Pablo Guerrero, Salvador Novo, entre otros, Fraternidad Universal de los Poetas, México, 161 pp.

Casa del tiempo, núm. 113, vol. II, época III, febrero 2000, textos de Anne Sexton, Rodolfo Bucio, Alfonso Ruvalcaba, Ana María Peppino Barale, entre otros, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 84 pp.

Devenires, núm. 1, año 1, enero 2000, textos de Luis Villoro, Enrique Dussel, Carlos B. Gutiérrez, entre otros, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, 190 pp.

Fundación Arturo Rosenblueth, núm. 6, año 2, febrero 2000, textos de Enrique Calderón Alzati, Angélica Morales, Daniel Mir, entre otros, Fundación Arturo Rosenblueth, México, 48 pp.

Novedades educativas, núm. 110, año 12, textos de Carlos Ornelas, Carolina Sena, Graciela Martínez, María Alicia Cappelli, entre otros, Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, Buenos Aires,Argentina, 2000, 92 pp.

Nueva izquierda, núm. 2, año I, febrero 2000, textos de Pablo Gómez, Silvia Gómez Table, entre otros, Nueva Izquierda, A.C., México, 60 pp.

Planeta X. Versión 2.5, núm. 5, primavera 2000, época dos y medio, año dos, textos de Magdalena Barrón, Miguel Huezo M., Carlos González Mateos, entre otros, México, 144 pp.

Propuesta educativa, núm. 21, año 10, diciembre 1999, textos de Aurora Loyo, María de Ibarrola, María Victoria Murillo, entre otros, Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, Argentina, 111 pp.