La Jornada Semanal, 6 de febrero del 2000



Pablo Mandoki

Teatro

Fausto para principiantes

Entre los grandes mitos de la cultura occidental Fausto ha sido, sin duda, uno de los más socorridos como fuente de inspiración para innumerables artistas a lo largo de los últimos cuatro siglos. Se dice que Johann Faustus nació en Roda, provincia de Weimar en pleno Renacimiento. Estudioso de la medicina, las matemáticas, la astrología y la nigromancia -entre otras artes- Faustus desafió a Dios en su afán de poder y conocimiento vendiéndole su alma al Diablo. Una vez recuperada su juventud, llevó una vida llena de lujos y excesos hasta que, transcurridos los veinticuatro años pactados en Mefistófeles, sucumbió irremediablemente a los infiernos.

La colección de historias denominadas faustbusch, aparecida en el siglo XVI, se considera la primera de las incontables obras que relatan el mito. La crueldad y sentido del humor del Faustbuch dieron lugar a una gran cantidad de representaciones populares tanto para títeres como para actores alcanzando su máxima expresión en La trágica historia del doctor Fausto de Christopher Marlowe. Más tarde, y en un tono más serio, aunque sin perder cierta ironía, aparece el Fausto de J.W. von Goethe -referencia obligada y fuente de inspiración para artistas de la talla de Berlioz y Gounod en la música, Delacroix en la pintura y Thomas Mann en la literatura, entre muchos otros.

Recuperando el tema y el tono lúdico de las faustbuch, Teatro Mito presenta su versión para títeres y actores denominada Kásperle o las fantasmagorías del doctor Fausto, escrita por Maribel Carrasco y bajo la dirección de Luis Martín Solís. Esta mancuerna de artistas se ha dado a la tarea, desde 1987, de acercar al público joven -niños y adolescentes- a los llamados temas clásicos. Trascendiendo las acostumbradas puestas en escena dirigidas al público infantil que, por sus ñoñerías, no logran sino subestimar a su propio público, la mancuerna Carrasco-Solís asume el riesgo de ofrecer a tan ninguneado interlocutor un espectáculo rico y complejo. Ciertamente, a los niños de la era cibernética ya no se les puede ofrecer menos. En general, el joven público es capaz de seguir la trama y disfrutar de los muy variados recursos con los que está construida la puesta en escena, a pesar de que algunos textos no son fáciles de asimilar y de que ciertas imágenes requieren, para su cabal comprensión, de referentes culturales que los niños aún no poseen. Un ejemplo de ello es el manejo de Fausto como arquetipo del ser humano sediento de conocimiento, de respuestas a las interrogantes esenciales de la vida y a las cuales la razón humana no ha podido ofrecer solución. Así, la primera aparición de Fausto en escena es una muy lograda imagen evocativa de Leonardo Da Vinci acariciando las alas de su pequeño artefacto volador y que contrasta, al finalizar el drama, con un Fausto poseedor de la fórmula para la destrucción nuclear. Cabe mencionar aquí que las escalofriantes imágenes seleccionadas para ilustrar el futuro infierno de Fausto golpean impunemente a este público infantil que no cuenta con los antecedentes históricos que le permita dotarlas del sentido que pretende la puesta en escena. Así, involuntariamente, la violencia vuelve a convertirse en un recurso gratuito más, al que los niños, por desgraciada, ya están acostumbrados.

Caso contrario es el acertado manejo tanto de los títeres como del teatro de sombras que, al mostrar abiertamente su mecanismo delante de los espectadores, les ofrece simultáneamente la sorpresa y disfrute del efecto así como la satisfacción de ``descubrir el truco''.

El desempeño actoral de Alejandro Calva en el papel de Fausto resulta un acierto y es pieza clave para la cohesión del trabajo en su conjunto. Calva posee una notable presencia y versatilidad escénicas, además de haber alcanzado una mayor madurez como actor. Por su parte, Maribel Carrasco ha construido correctamente su papel de Mefisto, pero en ningún momento logra contrarrestar la fuerza de su oponente; así, el que es amo y señor en el texto aparece debilitado sobre la escena. Diego Jáuregui interpreta a Kásperle, sirviente de Fausto y pivote de la comicidad en algunas de las versiones de Fausto. Desafortunadamente, parece advertirse un encasillamiento en este tipo de papeles dentro de la larga trayectoria de Jáuregui, dando como resultado una cierta mecanización en la forma de abordar su Kásperle. La música original de Alejandra Hernández así como la escenografía e iluminación de Xóchitl González completan esta muy plausible versión de Fausto para principiantes que se presenta sábados y domingos en el Teatro Jiménez Rueda.