Antesala

De Poesía y poética, o Un ensayo sobre el autoritarismo privado. En la alta política hay una conseja que recomienda al funcionario que siente amenazado su puesto, llamar anónimamente todos los días a su propia oficina y preguntar a su secretaria si ya llegó el director; si la amable señorita le responde que sí, ¿de parte de quién?, no queda más que colgar e indicarle a su chofer que dé media vuelta y regrese a la casa: no tiene caso hacer el ridículo. Pero esta recomendación, que se supone sólo rige en la política, donde todo es relativo y está sujeto a cambios, no debería valer para los funcionarios y académicos de las universidades (particulares y privadas). Hugo Gola, autor del proyecto que dio vida durante diez años a Poesía y poética (revista de la Universidad Iberoamericana dedicada a la traducción de poemas -de una veintena de idiomas al nuestro- y ensayos fundamentales sobre poética que le acarrearon prestigio internacional y la única en nuestro país dedicada enteramente a difundir la mejor poesía de otras latitudes en versiones bilingües) y a una colección de libros que abarca veintitrés títulos, seguramente no sabía esta anécdota ni tenía por qué saberla. Así que, aun cuando el día anterior la directora del Departamento de Letras de la UIA (de cuyo nombre no vale la pena acordarnos, pues lo que menos merece es publicidad) había informado su decisión de no renovar el contrato anual del maestro, éste nunca se esperó la soberana grosería y el pésimo mal gusto de llegar al día siguienteÊa su cubículo y encontrarse con que la chapa había sido cambiada. Cualquier cosa que haya pasado y cualquier palabra que se haya dicho (lo más seguro es que la tal directora de etcétera piense que la poesía es un gasto prescindible, a lo que podemos contestar, con el poeta Luis Rius: ``No se puede vivir como si la belleza no existiera''), nada amerita ni justifica tirar por la borda y de un plumazo (de ave de mal agüero) un proyecto que se ha consolidado a lo largo de treinta y seis números dedicados amorosamente a difundir ese patrimonio humano que es la poesía. Más allá de las cartas de protesta con todo y abajofirmantes que han aparecido y aparecerán en los diarios por estos días, le sugerimos a usted, intransigente y minoritario(a) -pero a mucha honra- lector(a) de poesía, que haga llegar de cualquier manera -teléfono, fax o e-mail- su protesta a la UIA. A lo mejor no logramos nada pero al menos nos sentiremos bien: el futuro nos dará la razón. Hugo Gola ya está en la historia de la literatura. La lic. acaba de desaparecer en el olvido. Amén.

Volver a empezar. Ya el avisado(a) lector(a) de este suplemento se habrá dado cuenta de que, no obstante que aparecimos con rigurosa regularidad (a poco no le raspó este ripio) durante la Navidad y el Año (¿década, siglo, milenio?) Nuevo, esta redacción adelantó tres números para irse rumbosamente de vacaciones. Por desgracia, pasó lo peor que podía sucedernos; la profecía más evidente, pero que más temíamos, se cumplió: regresamos a trabajar. Nada cambió. Seguimos taloneando para la quesadilla tal y como lo hacíamos hace ya un milenio. Ni modo. Este antesalista les confiesa que en este momento le gustaría ser El Loco Valdés y poderse echar un sueñito aquí mismo, delante de ustedes. Pero antes, déjeme avisarle a usted, supercinéfilo(a) lector(a) que gusta de hurgar tras las cámaras, que ya apareció -contra viento y marea (``...y con espíritu galileano para decir `estamos en huelga... y sin embargo se edita'''), pese a Moshes y Benítezes, Cletos y Llaneros Solititos en su solidaridad, más allá de la indiferencia de los funcionarios universitarios que no quieren bajarse de su Rueda de la Fortuna- el número 17 de la revista del CUEC, Estudios Cinematográficos, cuyo tema es ``Los actores y el cine''. Entrevistas con los propios actores -Soledad Ruiz, Damián Alcázar, Roberto Sosa y Maira Sébulo, entre otros-; artículos de Alfredo Joskowicz y Miguel Angel Rivera (coordinador del número); textos de Lee Strasberg, director del famoso Actors Studio, y de Michael Chejov, maestro en técnicas de actuación para cine y TV: análisis crítico de Víctor Ugalde sobre la nueva Ley Federal de Cinematografía... esto y más trae esta excelente y corpulenta revista, que aparece con puntualidad mexicana: siempre tarde, nunca, nunca.

Casa del Lago, otra sobreviviente. No hay duda de que las tradiciones son poderosas. La pervivencia de la Casa del Lago, que continúa funcionando, es un buen ejemplo. Le recomendamos que asista al Cine Club, que está proyectando un interesante ciclo del maestrazo Akira Kurosawa; este domingo 16 pasan Trono de sangre/ Kumonosu Jo (Japón, 1957), la versión nipona del shakespeareano Macbeth, y los próximos 22 y 23 podrá usted ver, cinéfilo(a) lector(a) que quiere llenar sus lagunas culturales, un filme de Kurosawa que ha sido poco proyectado en México, La Fortaleza/ Kakushi Toride No San Akunin (Japón, 1958) (clásico: lo que se dice en español con dos palabras y 11 letras, en japonés se lleva cinco y 24, respectivamente -y al revés).

Y ahora. Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.

Carlos García-Tort

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Bazar de asombros


Teresa Cito y el sueño de una ciudad

Teresa Cito ha inventado un territorio que oscila entre el sueño y la realidad. Hay en él ciudades rodeadas por una vaga atmósfera griega o, tal vez, por ese halo misterioso que crece en las amanecidas de lo construido por el imperio romano en el norte de Africa.

La artista aporta todos los elementos urbanísticos y mantiene una hermosa indeterminación que, para nuestro mayor asombro y goce estético, nos hace pensar y sentir que no se trata de un lugar en ruinas y que es posible que los habitantes hayan abandonado recientemente sus calles, columnatas, corredores y jardines con árboles fantásticos. Un trenecito verde que avanza entre columnas destruye nuestra hipótesis y nos hace comprender que esta ciudad soñada sólo está en la memoria de la artista.

La primera vez que me situé ``al borde del paraíso'' de esta pintora de talento personalísimo fue en el Centro Cultural de la capital griega. Vi la muestra ya colgada en los muros blancos e iluminada por las luces pálidas de la atardecida ateniense. Los críticos hablaron del homenaje rendido por la artista mexicana a las columnas de la antiguedad clásica. Yo preferí hacer un viaje imaginario por Bengasi, el desierto de Libia, los años de la ocupación italiana, Sua Maestá il Re Imperatore, el larguirucho Duque de Aosta, el éxodo de los italianos, las ruinas de la Tripolitania y las luces cegadoras del norte de çfrica pasadas por el tamiz de la memoria. Con este ejercicio de recuerdos inventados vi a la niña que dejó Bengasi a los cuatro años para irse a Florencia, llevando con ella las presencias del desierto, las palmeras y las columnas imperiales de una ciudad de sueño.

``Al borde del paraíso'' se presentó en Lisboa, Coimbra, Loulé y Oporto. En 1999 viajó a Puebla y ahora prepara un nuevo periplo por ciudades de Texas y de México.

Tengo para mí (los que escribimos este tipo de presentaciones nos damos el derecho de formular hipótesis acaso arbitrarias, pero sobre todo de aventurar teorías circulantes por los meandros del mundo interior -sueño y memoria- de los óleos) que se entra a la ciudad soñada por las puertas de dos cuadros fundamentales: Al borde del paraíso y Al borde del paraíso 2. En el primero comienza ya la noche. Hay nubes tormentosas, el viento agita las palmeras, el mundo urbano gira entre la luz y la sombra y muestra algunas cosas concretas que contrastan con la atmósfera de sueño. En primer plano la puerta abierta nos invita a cruzarla pero al mismo tiempo nos da a entender que al pasar sus límites entraremos al vago territorio de la memoria en la cual se confunden la realidad y el deseo.

Veo en Al borde del paraíso 2 una luz de amanecida haciendo hospitalario al pórtico sucinto. Las construcciones regresan de la sombra y muestran sus perfiles aún poco claros. Predomina la luz dorada del mediterráneo clásico. Sólo me desalienta la sombra de un ave (tal vez un buitre) abriendo sus alas, a mi entender ominosas, en el cielo lechoso de la aurora urbana.

El óleo titulado Luz de la memoria muestra con precisión abstracta las rasgos esenciales de la ciudad soñada. Su claroscuro nos deja adivinar edificios insignes, cipreses (``enhiesto surtidor de sombra y sueño'', llama Gerardo Diego a ese árbol de portentoso equilibrio) y calles que se hunden hasta llegar al resplandor blanquecino del alumbrado municipal.

Hace ya muchos años que Teresa encontró el camino de la pintura y lo recorrió con alegría y con pericia, gozando las formas y los colores y hallando los tonos y las atmósferas de su ciudad real y soñada. Recuerdo su primera exposición individual en la vieja Casa del Lago, a principios de los setenta. El día de la inauguración salimos a la noche del bosque y hablamos del cielo africano. Fue entonces cuando supe que su ciudad pintada le andaba por los meandros de la sangre y la memoria.

La ciudad de Teresa Cito me ha obligado a fabular sobre su memoria y su trabajo creativo. Ella es la culpable de esta acumulación de impresiones posiblemente erráticas pero, sin la menor duda, sinceras y admirativas. Lo es por crear una obra tan llena de sugerencias, por abrir la puerta de los sueños, por permitirnos unir nuestra memoria a la suya, por llevarnos a la ciudad ubicada ``al este del paraíso'', ese lugar en donde construimos nuestro sueño de seres expulsados.

Hugo Gutiérrez Vega

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CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Antonio Marimón mira la plaza garibaldi

En la página veintinueve de la novela de Marimón que ahora nos ocupa, congrega y atarea, aparece un hombre muy gordo. De inmediato llamó mi atención porque soy coleccionista de gordos y aspiro a ir reuniendo, con el tiempo, una antología de ``gordos ilustres y curiosos'' en la historia y la literatura. El pasaje dice así: ``enfrente de mi oficina vidriada, Ramón entrevistaba a un hombre obeso, exdomador de circo, cuya mayor proeza había sido sobrevivir a las mordeduras en la médula y el cráneo que le produjo un león. Había algo de intolerable en ese hombre: su exceso de gordura -tenía un trasero que parecía precisar tres sillas- y su manera de apropiarse de la palabra, al punto que Ramón ya había apagado la grabadora después de tres horas; el exdomador no se daba cuenta, caían las primeras sombras por los ventanales del sexto piso y el tipo seguía, no paraba de hablar y acaso no parara hasta que se desvanecieran las luces''.

Ahora bien, este pasaje no sólo me interesó y me gusta, sino que es muy característico, esto es, muy representativo de la novela, porque, vean ustedes: este personaje masticado por un león es un personaje incidental, no estructural, de la novela, de hecho, no volvemos a saber nada de él, aparece y, pum, desaparece. Esto nos revela cuál es la ``textura'' de la novela, textura muy abierta, floja, un pulular humano, un desfile de retratos incidentales, un hormigueo de personajes.

Vladimir Nabokov en su libro sobre Gogol elogia que este maestro, en su obra El inspector (la mejor del teatro ruso según Nabokov), haga pulular personajes incidentales que desaparecen, como el domador. Este juicio va en contra del principio de unificación de Chéjov, que puede enunciarse diciendo: ``si una pistola aparece en el primer acto, tiene que dispararse antes de que termine la pieza''. Pero no, dice Nabokov, frente al plan razonado, frente a la obra calculada, se alza el desorden creativo, el rebosar bullicioso de la colmena humana. Y este es el camino que, felizmente, sigue Marimón en su novela, el camino del hormiguero.

Pero en la escena del gordo hay otros elementos. Miremos: ¿dónde se desarrolla? En la sala de redacción de un periódico. Es un lugar adecuado, Marimón fue periodista toda su vida, no habla de oídas, sabe lo suyo. Rubén Muñiz, el narrador enfermo en la novela, también es periodista. ``El periódico, la Biblia del hombre moderno'', dictaminó Hegel. Y recuerden ustedes que cuando James Joyce quiere simbolizar en términos modernos el episodio de la Odisea en el que el héroe llega a la Cueva de los vientos, hace ir al señor Bloom al periódico a poner un anuncio. El equivalente del viento que lleva y trae, es el periódico. Y ese viento impreso sopla donde quiere en la novela de Marimón, que viene a ser una pequeña suma periodística.

Porque esta novela es, ante todo, un gran reportaje sobre la Plaza Garibaldi, toda ella, su vida y milagros, sus pobladores, esa inquieta y pintoresca flora y fauna, la música que ahí se toca. Como trabajo periodístico, el reportaje es muy fino, expresivo, totalizador (yo le habría puesto a la novela Historia universal de la Plaza Garibaldi), bien investigado y redactado con maestría. En forma de novela es novedoso y muy eficaz.

Pero no sólo reportaje, en la obra se practican otros géneros periodísticos, como la crónica y la entrevista. La crónica del burlesque con su pasarela de bailarinas, esos nombres desenfrenados, Yadira, Amanda, Alice del Mar, Collette, o ya de plano, Jacaranda Prado, la Diosa del Amor, y esas carnes trémulas, palpitantes, en exhibición salvaje, es minuciosa, sórdida y deslumbrante al mismo tiempo. Y luego, las entrevistas, a Borges, a Monsi, al hoy delegado Jorge Legorreta, a Tito Guízar, a un futbolista argentino, en oportuno y refrescante flash back. Cada entrevistado caracterizado con puntería en unas cuantas líneas (el retrato de Tito Guízar, ya anciano, es memorable).

Ahora, el contraste entre el brío periodístico y el recogimiento íntimo, de otras partes de la narración tiene armonía, unas partes alimentan, preparan y alivian a otras. Ahora, como es inevitable en el buen periodismo, y mejor novela, al trazar el retrato de Garibaldi, la imagen se ahonda y tañe otras fibras. Y aparece la urgencia, la tremenda lucha darwiniana por sobrevivir. No podía dejar de suceder en un testigo como Marimón, que solía ver las cosas ``bajo especie política'', siempre inquieto y luchador. Así, traslapada, agazapada en mariachis y bailarinas, emerge, discreta, pero firme, una imagen del México actual.

Esta mirada de Marimón sobre Garibaldi, tan llena de curiosidad, tan matizada, me pregunto, ¿sólo es posible en un extranjero? Quiero decir, el Tenampa, el guitarrón, el ay Jalisco no te rajes, los trajes de mariachi con sus botones y sus pistolas (de niño me preguntaba

si esas pistolas eran o no de juguete), nos quedan tan cerca a los mexicanos, nos son tan familiares, que no advertimos su rareza, su absurdo, su carácter distintivo. Pero el argentino Marimón sí lo advirtió, lo miró fijamente y nos da de regalo en su novela, y se lo agradecemos de veras.

Por último, porque conocimos a Marimón, un hombre inteligente y bueno, porque tuvimos el privilegio de compartir con él algún pedazo del camino, porque lo quisimos, nos reunimosÊhoy a recordarlo. Ciertamente, nuestras palabras no han estado a la altura de la ocasión, así es, sucede siempre que el cariño es grande, qué le vamos a hacer. Muchas gracias.