Ojarasca, número 33, enero de 2000


Seattle fue sólo el comienzo
 

Starhawk
 

  Desde que salí de la cárcel por mi participación en los eventos de Seattle he analizado la cobertura que los medios de comunicación dieron a estos hechos y trato de entender la divergencia entre lo pag 3 villa marco que pasó y lo que se reportó.

Por primera vez en una protesta política, cuando coreábamos "Todo el mundo nos observa", era verdad. Nunca había visto que los medios pusieran tanta atención a una acción política de este tipo. Sin embargo, mucho de lo escrito es tan impreciso que no me decido a culpar a los reporteros de conspiración o simple incompetencia. Las notas pontificaron interminablemente sobre unas cuantas ventanas rotas y la mayoría de los reportes ignoraron a la Red de Acción Directa, el grupo que logró organizar las acciones no violentas que involucraron a miles de personas.

La policía, en defensa de su brutal y estúpido manejo de la situación, dijo "no estar preparada para la violencia". En realidad para lo que no estaba preparada fue para afrontar la no violencia ni el número y entrega de los participantes no violentos --pese a que el bloqueo fue organizado en reuniones públicas y no hubo nada secreto en nuestra estrategia. Supongo que nuestro modelo de organización y de toma de decisiones era tan ajeno a su imagen de lo que constituye el liderazgo, que literalmente no podían ver lo que ocurría frente a ellos. Cuando los autoritarios piensan en liderazgo visualizan a una persona, generalmente hombre, o un pequeño grupo que le dicta a los demás lo que tienen que hacer. Creen que el poder es centralizado y requiere obediencia.

En contraste, el modelo de poder que se puso en práctica durante la movilización de Seattle fue repartir el poder entre todo el grupo. La gente tenía la facultad de tomar sus propias decisiones y las estructuras fueron de coordinación, no de control.

Semanas antes del bloqueo se capacitó a miles de personas en técnicas de no violencia --un curso de cómo mantener la calma en situaciones de tensión, cómo enfrentar la brutalidad y tomar decisiones colectivas mediante la escenificación de situaciones reales, más historia y filosofía de la no violencia. Otros miles recibieron también entrenamiento de segundo nivel en estrategias y tácticas de solidaridad, aspectos legales y cómo encarar el encarcelamiento. Hubo también entrenamiento en primeros auxilios, táctica de bloqueo de calles, teatro callejero y facilitación de mítines. Si bien miles de personas que intervinieron en el bloqueo no recibieron capacitación, existió un núcleo de grupos que se preparó para enfrentar la brutalidad policiaca y fue un foco de resistencia y fuerza.

Lo único que se le pidió a todo participante del bloqueo fue aceptar los principios de la no violencia: no exaltarse ni física ni verbalmente; no llevar armas, drogas o alcohol y no destruir bienes. La petición se hizo sólo para esta movilización, ya que el grupo reconocía la gran diversidad de opiniones en torno a estos principios.

Los participantes se organizaron en pequeños grupos, por afinidad, facultados para tomar sus propias decisiones sobre cómo participar en el bloqueo. Hubo grupos de teatro callejero, otros que se prepararon para encadenarse a las estructuras de la sede del evento, unos más elaboraron carteles y marionetas gigantes, otros simplemente se dispusieron a entrelazar su brazos y bloquear a los delegados. Al interior de cada grupo algunos se prepararon para el riesgo de ser arrestados, otros para apoyar a la gente en la cárcel y otros en primeros auxilios.

El área del Centro de Convenciones fue dividida en trece secciones y los grupos por afinidad, acuerpados en racimos mayores, se responsabilizaron de cubrir secciones particulares. Había también grupos volantes que se movían a donde más se necesitaba. Todo lo coordinaban las asambleas del Consejo de la Palabra, al que los grupos enviaban representantes a parlamentar.

En la práctica, esta forma de organización permitió que los grupos reaccionaran con gran flexibilidad y adaptación: si llegaba un llamado de cierto punto de la línea, los grupos evaluaban si el número de personas que mantenían su área se sostendría y decidían si responder al llamado o no, lo que permitió medir también sus posibilidades de soportar los gases lacrimógenos, el gas pimienta, las balas de hule y los caballos. Como resultado la líneas del bloqueo se sostuvieron incluso ante una brutalidad policiaca increíble. Cuando un grupo de personas era barrido por el gas y las macanas, otro grupo tomaba su sitio. Y no obstante hubo cabida para que gente de mediana edad, con menos capacidad física, sostuviera el bloqueo en áreas de relativa calma, interactuando y dialogando con los delegados que regresaban, o apoyando la marcha que hacia el medio día había reunido a decenas de miles.

Ningún liderazgo centralizado hubiera sido capaz de coordinar la situación en tal caos, y no fue necesario --la organización autónoma y orgánica demostró ser más efectiva y poderosa. Ninguna figura autoritaria puede obligar a la gente a mantener un bloqueo mientras la cubren de gas lacrimógeno, pero gente libre y responsable decidió hacerlo. Los grupos de la Red de Acción Directa dieron el tono a la movilización valorando autonomía y libertad por encima de la conformidad; poniendo énfasis en la coordinación más que en la presión para obedecer, y las decisiones se tomaron por consenso, no por unanimidad.

Nuestra estrategia de solidaridad dentro de la cárcel contemplaba permanecer presos ejerciendo la presión colectiva para evitar que se aislara a algunos para darles tratamientos más brutales o fijarles cargos mayores. Pero a nadie se le presionó para permanecer preso, ni se le hizo sentir culpable por pagar la fianza y salir antes. Reconocíamos que cada persona tiene sus necesidades propias y una situación particular; lo importante era tomar parte en la acción al nivel que le fuera posible a cada uno.

La movilización incluyó arte, danza, fiesta, canción, ritual y magia. Fue más que una protesta: fue el levantamiento de una visión de la abundancia verdadera, una celebración de la vida, la creatividad y la convivencia, que permaneció jubilosa frente a la brutalidad y dio vida a las fuerzas creativas que en realidad pueden contraponerse a las del control y la injusticia.

Escribo esto por dos razones. Primero porque quiero darle reconocimiento a los organizadores de la Red de Acción Directa que realizaron brillantemente un trabajo difícil. En segundo lugar, porque la verdadera historia de cómo se organizó esta acción nos brinda un poderoso modelo del que hay mucho que aprender.

Encaramos ahora la tarea de construir un movimiento global para derrocar el control corporativo y crear una nueva economía basada en la equidad y la justicia, en una ecología integral y un ambiente saludable que proteja los derechos humanos y sirva a la causa de la libertad.

Con tantas campañas por delante, nos merecemos aprender las lecciones verdaderas de nuestros logros. Seattle fue sólo el comienzo.


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