Ojarasca, 8 de noviembre de 1999 
 
Precursor del pensamiento autonómico
Tomás Cruz Lorenzo,  intelectual chatino
 
Benjamín Maldonado Alvarado
 

Una de las principales debilidades del movimiento indio en México es que sólo unas pocas organizaciones se preocupan por la preparación de cuadros y tienen actividades para tal efecto. La mayoría de los intelectuales indios son personas prácticamente autodidactas, que se forman en el trabajo, ligado estrechamente a una voluntad reflexiva, que les permite trascender el horizonte de la ideología encubridora y del dogmatismo deshidratador. En tales condiciones, un intelectual indio valioso es producto de un esfuerzo sostenido por muchos años, y si sólo tiene con quién trabajar pero no en quién reproducirse, entonces el movimiento queda a merced de la represión. Cuando el Estado asesina, o permite el asesinato de un intelectual indio, asesta un golpe durísimo, pues tendrán que pasar otra vez muchos años para que ese pueblo pueda llegar a tener otro intelectual importante. Eso ocurrió con los chatinos al ser asesinado Tomás Cruz, pero no ocurrió a los mixes cuando falleció Floriberto Díaz. La obra de Floriberto ha sido continuada y enriquecida por un buen número de intelectuales mixes destacados, porque su organización se preocupó por hacer florecer la obra de sus mejores gentes y dar frutos en cada vez más dirignetes capaces. Los chatinos no han podido volver a tener a alguien del nivel de Tomás.

Tomás Cruz Lorenzo nació el 21 de diciembre de 1950 en San Juan Quiahije, Juquila, Oaxaca, una de las comunidades chatinas más tradicionales y uno de los municipios oaxaqueños más marginados. Realizó algunos estudios de secundaria pero su formación empezó a los 20 años siendo sacristán de la iglesia de su comunidad, al tiempo que el párroco de Panixtlahuaca era fray Edmundo Ávalos, uno de los más tempranos teólogos de la liberación en Oaxaca, quien encabezó la lucha contra el cacique de Cerro Tigre y fue electo presidente municipal, causando gran escándalo en las esferas de poder civil y eclesiástico. En esa época, Tomás buscaba hacer moderna su cultura, promoviendo el abandono de sus prácticas rituales e incluso festivas, y desacralizando su cosmovisión. Pronto se dio cuenta de su error y en la segunda mitad de los años setenta participó en las principales luchas chatinas, como la de Yolotepec contra la explotación forestal, al frente de un activo Consejo Supremo Chatino, recorriendo a pie las comunidades. En 1981 ingresó al programa Conasupo-Coplamar, en el que trabajaría hasta unos meses antes de su asesinato. Teniendo a su disposición las facilidades de movilización como supervisor y por tratarse de un programa que tenía por misión la organización comunitaria (agrupando una buena cantidad de dirigentes sociales) Tomás amplió su presencia en las comunidades chatinas y desarrolló un pensamiento lúcido, que lo convirtió, a pesar de su edad, en una persona a quien los ancianos pedían consejos.

los viejos -
En 1981 participó en la lucha de Yaitepec por recuperar cerca de mil hectáreas que les arrebataran un cura y su descendencia. Dio vida a un combativo consejo regional de abasto comunitario y dirigió las luchas forestales de la década, impulsando la conformación de una organización regional para administrar los bosques.

Su inquietud por conocer y entender lo llevó a escribir historias de las luchas de sus comunidades. Fue fundador e inspirador de la revista El medio milenio, en la que publicó textos como "De por qué las flores nunca se doblegan con el aguacero", en el que relata la historia del despojo de las tierras de Yaitepec desde el siglo pasado, la legalización del despojo por los herederos del fecundo cura y la organización para recuperarlas, o "Cuando la mariguana nos trajo oro, terror y tal vez luz", donde narra la historia de la demanda de introducción de luz a su comunidad, la cual nunca fue atendida. Al llegar la siembra de mariguana a la sierra chatina y tener dinero en las comunidades, después de ponerse oro en los dientes y de sufrir las agresiones del ejército por el cultivo de una semilla que se vende bien y para la que no existe un nombre en chatino, pues no era conocida, pudieron juntar dinero para que el gobierno les introdujera la luz.

Ávido lector, influyeron mucho en él los libros de Ricardo Flores Magón, Kropotkin, Pierre Clastres y los documentos de Barbados. Estas lecturas alumbraron su vastísima información y dieron origen a proyectos de investigación que no pudieron concretarse por la cantidad de cosas que hacía y por lo prematuro de su muerte. Quería estudiar la necesidad de lujo en los pueblos indios y la importancia de la ayuda mutua, siguiendo en ambos casos a Kropotkin; pensaba que se podría diseñar un curso de historia de la Revolución Mexicana desde la perspectiva magonista y utilizar sus textos-guía. Quiso investigar también los cambios en la noción de tiempo y distancia entre los chatinos en los últimos cincuenta años, y reconstruir los viejos caminos de relaciones sociales; seguir documentando historias comunitarias, como la violencia caciquil de Teotepec que a mediados de siglo generó un éxodo que llevó a la fundación de Santa Lucía Cerro del Aire, y muchísimos temas más.

Tomás tenía 38 años y seis hijos cuando fue balaceado en el anochecer del 26 de septiembre de 1989 en Juquila, mientras esperaba el camión para Oaxaca. Ese crimen se denunció días después durante el Primer Foro de Derechos Humanos de los Pueblos Indios, celebrado en Matías Romero, Oaxaca, inicio del actual movimiento indio del país.

Muchas son las cosas ocurridas en los últimos diez años que hubieran maravillado, desesperado y movilizado a Tomás, y su aporte sigue siendo una de las mayores ausencias. Para el momento actual, en que es indispensable que los pueblos indios se constituyan como tales, dándose un órgano de vinculación intercomunitaria que no genere un sistema de representación de cada pueblo sino la reunión de todas las comunidades, puede ser interesante una propuesta de Tomás, lanzada en 1983 para los chatinos.

En aquel año, Tomás ya pensaba que era necesario que las comunidades chatinas conformaran una especie de asamblea que las aglutinara sin tener una autoridad central. Pensó que lo ideal sería un órgano de autoridades tradicionales, y propuso un consejo general de ancianos que agrupara a ancianos de los consejos de todas las comunidades. Como primera actividad propuso que ese consejo general demandara ser el órgano de administración de los recursos del ini. Así, los ancianos, reunidos en consejo general, decidirían y vigilarían el destino de los recursos de la institución para los chatinos. Dado que los ancianos no pueden moverse con facilidad, serían los jóvenes los que tenderían los vínculos, lo que prepararía a nuevas generaciones. Sus múltiples actividades le impidieron extender la propuesta a más de tres municipios y ya no prosperó.

Tomás entrevió que era necesario que los pueblos indios salieran de la comunidad, ámbito de la resistencia, y comenzaran a vincular comunidades como nuevo ámbito para discutir y decidir las formas de construcción de una vida propia, autónoma. Esto constituye un llamado importante en la actualidad, expresado en una propuesta que siempre creyó viable. Un órgano de autoridades tradicionales de todas las comunidades de cada pueblo puede ser una estructura propia y duradera desde la que se piense, defina y acuerde el futuro de cada pueblo. Sería también una estructura intermedia entre el Estado y la comunidad, que permitiría apoyar a las comunidades en su trato con el Estado, ser una instancia en la que se resuelvan conflictos desde lo propio, antes de llevarlos a la esfera judicial.

En gentes como Tomás, los pueblos indios no sólo tienen mártires de la causa de su liberación. Tienen en ellos ejemplo y propuestas a considerar. Los intelectuales indios (como Tomás o Floriberto, y los maestros, curanderos, ancianos y demás intelectuales de los ámbitos locales) son quienes saben decir las cosas que otros quieren decir pero no tienen habilidad para hacerlo; son los que saben hacerlo en el momento oportuno para movilizar. Eso los hace indispensables, imborrables.

 
Benjamín Maldonado Alvarado: Investigador del Centro inah, Oaxaca.