Ojarasca, julio 1999


Desde la galería de la muerte

Mumia Abu-Jamal, reconocido periodista y activista estadunidense de origen africano, uno de los fundadores del Partido de los Panteras Negras, fue arrestado en diciembre de 1981 bajo el cargo de asesinar al policía Daniel Faulkner.

Conocido como la voz de los sin voz por sus programas en National Public Radio, Black National Network, Black Mutual Network y la estación radiodifusora wuhy, premiado por la Public Radio Corporation, fue golpeado y tiroteado por la policía mientras conducía su taxi la noche de su arresto. Entre junio y julio de 1982 se le siguió un juicio muy controvertido y fue condenado a muerte el 3 de julio de ese año, pese a las innumerables pruebas de su inocencia y de la falta de ética de la policía que lo aprehendió.

Desde entonces habita en el pabellón de los condenados a ``la pena capital'' en la cárcel de Huntington. Todas las instancias a las que ha apelado le han negado el recurso de revisión de su caso. La última apelación de Mumia Abu-Jamal sigue pendiente.

Desde la galería de la muerte, Abu-Jamal siguió trabajando como periodista y sus artículos se han publicado en más de cuarenta periódicos de Estados Unidos y Europa. En 1994 participó en el programa de radio All things considered de National Public Radio con una serie de comentarios con el título ``En vivo desde la galería de la muerte'', que versaban sobre las condiciones de vida tras las rejas. Esta serie causó tal controversia que el programa fue abruptamente cancelado y originó un intenso debate, que continúa, sobre la censura en los medios masivos estadunidenses y la pena de muerte.

Como muestra de la obra de Abu-Jamal, presentamos fragmentos de ``El embrutecimiento de la esclavitud, segunda parte'', incluido en un libro (Txalaparta, 1996) suyo escrito en la cárcel, del que el investigador Darrin Wood ha escrito: ``...Desde la galería de la muerte ya es en sí mismo un acto de resistencia contra la pena de muerte en Estados Unidos. Las casi tres mil personas que Mumia define como seres sin rostro, sin nombre, que sólo existen en los titulares de los periódicos de ayer, a la espera de ser asesinados por el Estado, tienen en él a uno de su grandes defensores, y desde dentro.''


Un fantasma recorre las comunidades negras. Vampiriza, absorbe las almas de los vivos dejando sólo armazones de huesos móviles, animados, pero emocional

y espiritualmente muertos. Esto no es resultado de un ataque del conde Drácula, ni de un conjuro pronunciado por algún chamán siniestro. Es resultado directo de la avaricia y el engaño del gobierno y del eterno deseo

de los pobres de escapar, aunque sea por un momento, a las horribles cadenas de la más absoluta miseria.

Su búsqueda de consuelo se deletrea c-r-a-c-k. Crack. Sí, se le llame como se le llame es sinónimo de muerte para las comunidades afroamericanas.

Hace no mucho tiempo, en la radical década de los sesenta, se

inundaron los barrios pobres negros de píldoras, marihuana y heroína de gran pureza. Los radicales sospecharon que detrás estaba la mano malevolente del Gran Hermano que había abierto las compuertas de la droga para apagar el fuego revolucionario de la resistencia urbana.

De nuevo se ha dado rienda suelta a la marea de las drogas,

esta vez con un producto que absorbe los sesos y desgarra el alma y se impone sobre cualquier otra motivación. El institnto natural de maternidad se diluye como el agua ante el ``mono'' que produce el crack.

Por unos cristales de crack se venden niños, y sus propias madres.

Bajo su influjo se destruyen hogares y se transforman en las cavernas

de la Nueva Era. Las familias se desintegran y a los padres se les conduce como ganado a las recién construidas prisiones mientras las madres

se dedican a ``hacer la calle'', todo en honor de este dulce y letal veneno.

Existe un precedente de toda esta siniestra

conspiración en la historia de Estados Unidos. ¿Cuántas comunidades indígenas y tribus fueron

devastadas mediante la introducción por parte

de los europeos del ``agua de fuego'' en su dieta

--whisky, ron, etcétera-- hasta desaparecer del mapa?

Con un Tribunal Supremo hostil, con un desempleo

rampante, con un gobierno que "amable" y "gentilmente"

ha dado la espalda a "los sin techo", con las fuerzas

policiales merodeando amenazadoramente al estilo Boinas

Verdes por los barrios, la resistencia de los afroamericanos parece también hoy la única respuesta adecuada.


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